lunes, 21 de noviembre de 2011

Dead or alive


 Siento un agujero enorme en el pecho, un hueco, como si una enorme bola de fuego me hubiese atravesado de lado a lado y ahora luchara por respirar. Respiro, pero no profundamente, porque el dolor no me lo permite. Recuerdo con nostalgia aquel tiempo en que anhelaba la libertad que ahora disfruto, o padezco, no desde hace mucho tiempo. Libertad que ahora parece una idea tonta propia de un necio, o de un niño mimado. Al fin y al cabo eso es lo que soy. No. Lo que soy es un estereotipo, casi un tópico de ésta nuestra generación. Desarraigados, abandonados...los hijos no deseados de Dios. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión, es nuestra vida. El agujero aumenta, quemando los bordes a su paso. Me duele tanto el hueco...donde ya no hay nada. Todo desde aquel día. El día en que me enteré. Sentí un nudo en la garganta, como si la mismísima Parca quisiera estrangularme. Entonces comprendí por qué se llora, entonces comprendí por qué se mata...y sin quererlo, me zambullí en la más profunda oscuridad.



Rodras

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