domingo, 23 de octubre de 2011

Arde


Desde aquel día, veo el cielo arder.
De día… de noche… cuando sueño con tu boca…  el cielo es un pasto de llamas voluptuosas y fugaces explosiones rojizas hasta donde alcanza la vista. Y nadie, salvo yo, parece poder ver el inmenso infierno que gravita sobre nosotros, a menos de un mundo de distancia.
A veces, al abrigo de destellos carmesíes, monstruosos insectos de fuego emergen, boca abajo, del cielo. Y con enormes patas desiguales cazan al vuelo volutas de luz. Me gusta oír como gritan, con sus heladores aquilones que hacen vibrar el espinazo.
Y en noches de marinero en tierra, siguiéndote a ciegas, como a una estrella, deseo estallar en llamas, consumirme y elevarme. Y como Gregorio Samsa, despertar convertido en un monstruoso insecto.
Presnas

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